miércoles, 25 de abril de 2007

Mujeres que huyen

Cada noche, Suad y Farah venden sus cuerpos al mejor "postor" para poder mantener a sus familias. Son dos refugiadas que, junto a otros dos millones de personas, han abandonado Irak a causa de la guerra, empujadas por la esperanza de encontrar un futuro mejor.

Huyeron de su país, como siguen haciéndolo centenares de mujeres cada día, porque allí no pueden vivir si no son permanentemente escoltadas por un hombre, de lo contrario se arriesgan a ser secuestradas, torturadas o asesinadas a manos de bandas criminales. Así lo contó Nawal Abdul Karim, de Iraqi Women's League, en una sesión informativa que Amnistía Internacional y el Consejo Europeo para Refugiados y Exiliados (ECRE) organizaron el pasado 18 de abril en el Parlamento Europeo.

Su destino principal es Siria, pero allí no está permitido que los refugiados iraquíes trabajen legalmente, así que, sin otro ingreso posible -la mayoría de estas mujeres han perdido a sus maridos en la guerra-, no encuentran otra salida más que el mercado sexual. Algunas confiesan que se suicidarían antes de que sus familias sepan lo que están haciendo.

La situación no es mejor para las que se quedan. En Irak, las niñas obligadas a abandonar sus estudios por la violencia y la guerra en el país se casan cada vez más jóvenes buscando alguna protección en sus maridos. Sus derechos están siendo continuamente limitados, si no eliminados, bajo una constitución que supone en gran medida un retroceso en comparación con la situación de las mujeres en los años '70 y '80.

Human Rights Without Frontiers denuncia la situación de estas mujeres a las que nadie ayuda, víctimas de una guerra y del creciente número de hombres dispuestos a "aprovecharse" del producto de la desesperación. Según datos de ACNUR y Naciones Unidas, 1,80 millones de personas se encuentran desplazadas dentro del país y otros 2 millones han tenido que abandonar Irak para malvivir en Siria y Jordania. Su única salida es huir para tratar de sobrevivir.

lunes, 16 de abril de 2007

El coste de una patente


En el Alto Tribunal de Madrás, al sur de la India, se está desarrollando un juicio que puede sentenciar a millones de personas. Por un lado, como parte "demandante", el gigante farmacéutico Novartis, con unos beneficios reconocidos para 2006 de 7.200 millones de dólares, un 17% más que el año anterior. Enfrente, las autoridades indias, y tras ellas, millones de personas sin recursos, de multitud de países en desarrollo, cuyo acceso a tratamientos para enfermedades como el SIDA o el cáncer depende de los medicamentos fabricados en este país.

La India mantiene una política diferente sobre patentes farmacéuticas por la que autoriza lo que en los demás países está prohibido: la fabricación de genéricos para ciertos tratamientos esenciales. El gobierno indio sólo concede patentes a aquellos productos que entiende como verdaderamente innovadores. En este juicio, Novartis trata de conseguir que se acepte la patente para Glivec, un medicamento contra el cáncer, y así poder venderlo en la India al precio que entiende justo: 2.600 dólares por paciente al mes. El actual genérico se está distribuyendo en la India por 200 dólares. De salir Novartis triunfante en este juicio, supondría el fin de la producción de este y otros medicamentos esenciales a precios asequibles.

Lo irónico, por no decir macabro, de este caso es que lo que finalmente suceda en el juicio no resultará de gran importancia para una de las partes. De pregonarlo se encarga desde la propia web de Novartis su presidente: "Estoy seguro de que 2007 será otro año más de record en ventas y ganancias". Se suele decir que el amor no tiene límites. Al parecer, la avaricia tampoco.

Firma, como ya hemos hecho miles de personas, la petición impulsada por Médicos Sin Fronteras para que Novartis retire esta demanda, porque las personas deben estar por delante de los beneficios.

lunes, 2 de abril de 2007

Ser mujer en el infierno

"Dinos la verdad o de lo contrario te rajaremos el vientre con este cuchillo y sacaremos al niño que llevas dentro y todas tus entrañas". Por terrible que parezca, ésta es la cruda realidad a la que se enfrentan diariamente miles de mujeres karen y de otras etnias minoritarias en la olvidada Myanmar -antigua Birmania-, subyugadas por la brutal represión de la Junta Militar gobernante en el país. Los planes del gobierno central para borrar del mapa a las etnias minoritarias y toda oposición al régimen se ceban especialmente con las mujeres, doblemente oprimidas por su condición étnica y por su sexo. Los "batallones de violadores", soldados del ejército central SPDC, se encargan impunemente de violar sistemáticamente a las mujeres como método de control y limpieza étnica, y para mantener a la población en un estado permanente de terror. Si las víctimas denuncian lo ocurrido puede llevarles directamente a la cárcel, como les ha ocurrido recientemente a cuatro menores de 16 años por denunciar en los medios haber sido violadas por 7 soldados.

Cuando el SPDC realiza ataques contra los poblados karen, arrasa cosechas, incendia viviendas, tortura, mutila, viola y mata. Se han registrado 4.000 casos de abusos en los últimos años contra esta etnia. Los hombres y los niños huyen cuando pueden a refugiarse en la jungla, donde se incorporan a las guerrillas de resistencia en las que no importa la edad mientras pueda sostenerse un rifle. Las mujeres que quedan en los poblados tienen más posibilidades de convertirse en esclavas para los militares. Tampoco la edad es distinción aquí. Niñas y ancianas comparten tareas penosas como porteadoras o en trabajos forzosos. Tampoco hay distinción para las embarazadas, aunque con frecuencia los esfuerzos que deben realizar les provoquen abortos.

No hay camino de huída para estas mujeres. Las que consiguen llegar con sus familias a través de la jungla y campos minados hasta territorio tailandés a menudo sufren enfermedades - el SIDA, la malaria o la tuberculosis campan a sus anchas- que les dejan el tiempo justo para relatar lo que han vivido, historias de brutalidad sin límite. Aquéllas que sobreviven se enfrentan a una vida en condiciones infrahumanas junto al resto de los 140.000 refugiados. Su nueva condición de sin papeles les permite elegir como medio de vida la esclavitud en fábricas atestadas, el trabajo en los vertederos o la prostitución.

Para más info
Audición pública sobre los Derechos Humanos en Myanmar en el Parlamento Europeo - Ver Documentación
Organización Mujeres Karen