martes, 28 de noviembre de 2006

Rusia, dos nuevos gritos de silencio

El pasado 7 de octubre la periodista rusa Anna Politkovskaya, era asesinada en el portal de su casa. Politovskaya llevaba años investigando y denunciando los abusos del régimen de Putin en Chechenia. Se arriesgó a romper la regla de oro que todo periodista ruso conoce: el presidente es intocable.

En Rusia no sólo se mutila la libertad de expresión. A los 21 periodistas asesinados durante el mandato de Putin, hay que sumar las desapariciones, las detenciones indiscriminadas y la tortura contra todo “enemigo del régimen”.

Tras el asesinado de la periodista, Alexander Litvinenko, un ex espía ruso que investigaba la muerte de Anna, era envenenado letalmente. Antes de morir señaló claramente a la Inteligencia rusa como responsable de su muerte.

Dos presuntos asesinatos más que han servido para movilizar tímidamente a la opinión pública mundial sobre la vulneración de derechos en Rusia. La Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo ha celebrado, la semana pasada, un debate sobre Rusia en homenaje a Anna Politovskaya.

Llevamos años pidiendo insistentemente a los líderes europeos que inicien un diálogo serio con el presidente Putin más allá de los intereses energéticos e introduzcan en la agenda los problemas de respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión y a las reglas del estado de derecho. La cumbre UE-Rusia no puede convertirse en una genuflexión permanente a la administración Putin mientras no se abordan problemas tan fundamentales para la ciudadanía rusa... ¿qué fue de los valores de la Unión?

Tanto Amnistía Internacional como Reporteros sin Fronteras se han unido a esta reclamación.

Los Reporteros exigen, además, la creación de una comisión internacional de investigación que establezca la verdad sobre el asesinato de Politovskaya. Juan Luis Cebrián, Enrique Barón, Baltasar Garzón, y otros son firmantes de la

domingo, 19 de noviembre de 2006

Madina, Edu

Contrariamente a lo que piensa mucha gente, los valientes no son los que no sienten miedo sino aquéllos que lo tienen y lo vencen. Los valientes son los que no se dejan amilanar aún conscientes del riesgo que corren. Los valientes son los que ocultan a los demás su miedo para darles ánimo y fuerza.
Los valientes siempre son buenos, inteligentes y sensibles... gente fiel a sus convicciones y pendiente de los otros.
Yo tenía una idea bastante clara de lo que era ser valiente. Mis superhéroes y superheroínas eran así y me acompañaban de niña y adolescente durante mis miedos nocturnos y dudas permanentes... siempre he querido ser valiente pero es muy difícil, hacen falta grandísimas dosis de generosidad. Ya de mayor pensé que, en efecto, los valientes de verdad sólo existían en los cómics y en nuestro imaginario, hasta que conocí a Edu Madina.
Edu es un tipo muy valioso. Su valor no reside sólo en la fortaleza con la que ha encarado el criminal golpe de los violentos sino que nace de su ética sólida y responsable.
Hay gente así, única, forjada a base de fuerza y sensibilidad.
Los valientes claro que sufren pero acaban siempre sonriendo para darnos confianza. La sonrisa de Edu –inteligente y buena- es la del superhéroe que venía a rescatarme.
Escuchadle y atrapad sus palabras para vencer a los discursos cortos y miserables. Edu nos rescata del miedo y la pena con su valor y su espléndida sonrisa.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Pongamos que hablo de Madrid

En el año 2007, y por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial vivirá en un espacio urbano o - mejor dicho- suburbano. Esa realidad lleva mucho tiempo generando problemas sociales que, vistos los resultados, no se han sabido abordar. Desde las inmensas favelas brasileñas hasta las cités francesas, pasando por nuestros propios “poblados”, el número de seres humanos expulsados del derecho a lo esencial crece ante nuestros ojos sin que seamos capaces de frenar la deriva. Cada suburbio pobre es un mundo y, sobre todo, es el mundo real para millones de personas que allí han nacido, se han enamorado, han tenido hijos... Al mismo tiempo es la representación más evidente de la hipocresía general frente a la pobreza.

A 15 minutos del Paseo de la Castellana de Madrid, pueden ustedes visitar la Cañada Real; un lugar inexistente desde el punto de vista de la legalidad pero en el que viven más de 40.000 personas. No hay luz ni canalizaciones. Muchos de los niños y niñas del poblado no van al colegio y algunos ni siquiera han aprendido a leer. Aunque también puede verse gente con dinero –los traficantes de droga- la Cañada se parece mucho a los peores suburbios de las ciudades pobres del mundo.

En la Cañada hay bastante tráfico, por allí pasan cientos de camiones que, con frecuencia, atropellan a los niños porque no hay semáforos, ni pasos de cebra, ni aceras ni esperanza...

Al describir un solo lugar, puedes dar la medida del valor moral de toda una sociedad. Si no se interviene con toda la energía y los recursos que la situación requiere, la Cañada seguirá creciendo y también crecerá, entre los niños y niñas que hoy deambulan por sus “calles” un sentimiento amargo de expulsión y de rabia frente a nosotros que no les miramos. No estoy describiendo las chabolas de Río de Janeiro ni las de Johannesburgo. Esta vez hablamos de nuestros sub suburbios y, por lo tanto, hablamos de nuestra directa responsabilidad.